Vistas de página en total

miércoles, 15 de mayo de 2013

Ya no tengo miedo


                Estoy sola, hay mucho silencio. Camino y no veo a ninguna persona, voy con miedo. ¿Qué me puedo encontrar? Todo está oscuro y cada cosa que antes veía como un objeto normal, ahora se transforma en aterrador.
                Sigo caminando con desconfianza, llego hasta un final de un camino. No sé para dónde ir.  Hay un pasillo angosto que no da muy buenos augurios. Otro más grande, me asusta con su oscuridad. Y también hay una escalera enorme. No sé qué camino elegir, dudo y pienso, pero la verdad es que no sé qué puedo hallar en ninguno de esos lugares.
                De repente escucho un ruido, unas voces a lo lejos. Vienen de arriba, asique con un poco de curiosidad, me animo a subir las escaleras. Lo hago despacio para no emitir ningún sonido. Subo los últimos escalones y me encuentro con un largo pasillo, iluminado por una única luz tenue que viene de una habitación. Continúo caminando y diviso una silueta, es una persona. Un muchacho, estatura media, delgado, pelo corto. Está a contraluz asique no le puedo ver el rostro, pero por algún motivo que desconozco, siento que me está mirando. No puedo ver sus ojos. Me voy acercando a pasos pequeños, ya no siento miedo y no sé por qué. No lo conozco, no sé quién es. Puede ser alguien malvado que me puede lastimar de alguna forma. Puede ser un asesino, y este sería el mejor lugar para matarme y que nadie se entere. Pero no creo que sea así. No da esa impresión. Ya estoy tan solo a un metro de distancia de él. El chico no se mueve, está quieto y no dice una palabra.
-          ¿Quién sos?
Le pregunto, y él no responde. Lo único que hace es estirar su mano hacia la mía, la toma suavemente y acto seguido me guía hacia la luz. Recién en ese momento puedo llegar a apreciar sus ojos. Son marrones oscuros, profundos, dulces y sinceros, no tienen maldad. El joven se queda en ese lugar, y no me saca la vista de los ojos. Yo lo miro también, y me empiezo a enamorar de esos ojos.
Luego de un momento que parece una eternidad me dice:
-          No tengas miedo.
Y ahí, parada al lado de esa extraña y desconocida persona, me siento más segura que nunca. No me importa con qué me pueda encontrar, o quiénes fueron los que hicieron ese ruido que me trajo aquí. Estoy tranquila, pero me siento rara. Y por fin, ya no tengo miedo.