Estoy
sola, hay mucho silencio. Camino y no veo a ninguna persona, voy con miedo.
¿Qué me puedo encontrar? Todo está oscuro y cada cosa que antes veía como un
objeto normal, ahora se transforma en aterrador.
Sigo
caminando con desconfianza, llego hasta un final de un camino. No sé para dónde
ir. Hay un pasillo angosto que no da muy
buenos augurios. Otro más grande, me asusta con su oscuridad. Y también hay una
escalera enorme. No sé qué camino elegir, dudo y pienso, pero la verdad es que
no sé qué puedo hallar en ninguno de esos lugares.
De
repente escucho un ruido, unas voces a lo lejos. Vienen de arriba, asique con
un poco de curiosidad, me animo a subir las escaleras. Lo hago despacio para no
emitir ningún sonido. Subo los últimos escalones y me encuentro con un largo
pasillo, iluminado por una única luz tenue que viene de una habitación.
Continúo caminando y diviso una silueta, es una persona. Un muchacho, estatura
media, delgado, pelo corto. Está a contraluz asique no le puedo ver el rostro,
pero por algún motivo que desconozco, siento que me está mirando. No puedo ver
sus ojos. Me voy acercando a pasos pequeños, ya no siento miedo y no sé por
qué. No lo conozco, no sé quién es. Puede ser alguien malvado que me puede
lastimar de alguna forma. Puede ser un asesino, y este sería el mejor lugar
para matarme y que nadie se entere. Pero no creo que sea así. No da esa
impresión. Ya estoy tan solo a un metro de distancia de él. El chico no se
mueve, está quieto y no dice una palabra.
-
¿Quién sos?
Le pregunto, y
él no responde. Lo único que hace es estirar su mano hacia la mía, la toma suavemente
y acto seguido me guía hacia la luz. Recién en ese momento puedo llegar a
apreciar sus ojos. Son marrones oscuros, profundos, dulces y sinceros, no tienen
maldad. El joven se queda en ese lugar, y no me saca la vista de los ojos. Yo lo
miro también, y me empiezo a enamorar de esos ojos.
Luego de un
momento que parece una eternidad me dice:
-
No tengas miedo.
Y ahí, parada
al lado de esa extraña y desconocida persona, me siento más segura que nunca.
No me importa con qué me pueda encontrar, o quiénes fueron los que hicieron ese
ruido que me trajo aquí. Estoy tranquila, pero me siento rara. Y por fin, ya no tengo
miedo.