Vistas de página en total

lunes, 14 de marzo de 2016

Algún día. 14-03-16

Hoy es 14 de marzo de 2016. Hace exactos 6 meses y tres días que no te veo. Estoy sentada en mi cuarto, con todo apagado salvo las luces de colores que compraste para nuestra última navidad juntos. Sentada sobre la cama marinera de Candela, si tendremos recuerdos aquí. Estoy envuelta en la sábana verde, corrijo, en la frazada verde, ya sé que siempre me dijiste que la nombraba mal. Cada noche que duermo en esta cama sueño con volverte a ver en la puerta del cuarto diciéndome si podías ver la tele con nosotras, lo que daría por una noche más viendo algún programa sin sentido con vos, escuchándote roncar a los dos minutos, e intentando despertarte luego de unas horas porque se hacia tarde. Lo que daría por verte.
Sé que me pongo repetitiva cada vez que subo una nota al blog. Sé que no escribo nunca. Es que siempre tengo la necesidad de escribir sobre vos, o hacia vos, aunque tengo muy claro que nunca vas a leerme. Nunca.
Es horrible esta soledad que padezco desde que te fuiste, siento que hay días que el peso se aminora de a poco y no duele tanto, pero cuando no me doy cuenta me golpea de nuevo la pena y desesperanza, la desesperación y me mata.
Todos los días me levanto y empiezo a hacer cosas de manera incierta. Es decir, sin tener demasiada conciencia de porque hago lo que hago. Pero a lo largo del día todo se resume a vos. No es que quiera echarte culpa de nada, ni quiera hacerte sentir mal. Es que trabajo mucho porque vos no estás acá para ayudar. Estoy aprendiendo a manejar porque vos no estás acá para hacerlo. Empiezo de nuevo un año universitario porque sé que te lo debo. Sí, todas esas cosas de una manera u otra me benefician pero no quiere decir que no las haga por vos.
Se acerca mi cumpleaños, ya casi tengo 20. Y es el primer cumpleaños en el que vos no vas a estar, y tengo miedo de quebrarme frente a todos. Al principio no quería festejarlo porque no le encontraba mucho sentido a festejar algo si vos no estás conmigo al hacerlo. Pero después supongo que me di cuenta que no quiero estar sola. A la vez lo único que quiero hacer es tirarme en mi cama, ponerme en posición fetal y llorar hasta quedar seca. Hasta deshidratarme. No sería la primera vez.
Intento todos los días no pensar en tus últimos días, en esa semana. Pero cada vez tengo que esforzarme más y más para no hacerlo. Porque me pescan desprevenida los recuerdos y no puedo controlar la tristeza que me inunda. Me sucede muy a menudo en los colectivos, supongo que es porque no puedo distraerme con nada mientras viajo, y usualmente viajo sola, asique estoy yo y mis pensamientos nomas. Creo que son incontables las veces que he llorado en el bondi. Se me escapa y no puedo pararlo.
A veces no me doy cuenta de la pérdida que tuve, no mido la magnitud de la situación. Porque el resto tampoco lo nota creo yo. Fue muy grave lo que me pasó, lo que le pasó a él. Él se fue, él murió. Pero yo sigo viva, y tengo que vivir con su ausencia, y con los recuerdos, con las promesas que nunca van a concretar. Yo sigo viva, pero una parte en mi murió para siempre, y nada va a lograr llenar ese vació que tengo adentro. Estoy rota y no sé qué hacer porque sé que esa es una herida que nunca voy a curar. Sí, sé que eventualmente no va a doler tanto, pero nunca se va a cerrar. Son cosas que no se “superan”, no se “asimila”, no se cura, sólo tenés que vivir con ella por más duro que sea. Y creeme es terriblemente duro. Tan feo que hay veces que no sé cómo hago para seguir adelante. Como hace mamá para seguir adelante.
Sufro en silencio tu ausencia, y es que a quién se lo voy a contar, con quién puedo hablar de mi dolor, de esta vida sin sentido que llevo desde que te fuiste. Y no es que quiera ser dramática, pero repito como ya he dicho en otras ocasiones. Nada, absolutamente nada vale la pena si no estás vos. Supongo que con el tiempo las cosas volverán a sentirse mejor, no puedo decir a sentirse “normal” porque ya nada lo es, y es una palabra demasiado relativa. Lo normal para mí era estar con vos. Charlar con vos, ver carreras con vos, trabajar con vos. Vivir con vos.
He llegado a la conclusión de que no tengo más hogar. El hogar que antes suponía mío era nuestra casa, pero de nuevo está contaminada por tu ausencia, como todo. Ahora son 4 platos para la mesa, 4 vasos, 4 cubiertos, ya no más 5. Son menos lugares en la mesa, menos lugares en la cama. Menos todo. Me di cuenta que antes, dentro de toda la mierda que vivimos por dos años con tu enfermedad, si bien vivía con la incertidumbre no saber cuánto te quedaba de tiempo, vivía “tranquila” entre comillas, porque sabía que era muy probable que aunque yo me fuera a la facultad, vos ibas a estar cuando yo volviese, y si yo me iba a dormir a lo de una amiga, si volvía a casa vos ibas a estar ahí. Sabía que a donde fuera, vos estabas a una llamada de distancia. Pero ya no. Ahora sé que no tengo que preocuparme por saber si vas a estar o no. Porque sé que no vas a estar. Salgo de casa y sé que cuando vuelva todo seguirá igual, y vos vas a seguir sin volver. Caigo en la conclusión de que vos eras mi hogar.
El 11 se cumplieron 6 meses, y no todavía no puedo entender cómo es que pasó tanto tiempo, medio año. Parece como si hubieses desaparecido hace dos días y la verdad es otra. Siento como si fuese ayer cuando te cantaba en el hospital, vos dormido, muriéndote, y yo llorando y cantándote al lado de tu cama. Y sí, lo digo así de crudo porque es la realidad, y porque es así como lo recuerdo, no puedo omitir la palabra muerte y sus derivados cada vez que pienso en vos. Creo que recuerdo más esos dos días que estuve en el hospital más que nuestros días felices porque fueron tus últimos. Y porque a pesar de que eran los últimos, yo estaba feliz de al menos tenerte un tiempo más. Egoísta de mí, no me importaba que siguieras en el hospital, yo solo quería tenerte.

Si supieras cuánto sufro que no estés más, cuánto te extraño, cuánto te necesito, de verdad lo hago. Te amé infinitamente y nunca voy a dejar de hacerlo. Así como nunca voy a dejar de necesitarte y extrañarte. Lo hago tanto que duele hasta físicamente, siento como mi corazón se rompe cada vez que pienso en vos. Y trato de convencerme de que algún día no va a ser así, algún día seré feliz, alguna vez reiré sin fingirlo. Alguna vez pensaré en vos y no lloraré mares. Te recordaré con una sonrisa como te la mereces. Algún día.

lunes, 25 de enero de 2016

Momentos. 26-01-16

               Te pienso todo el tiempo, todos los días, a cada minuto. No hay momento en que no piense que estaría sucediendo si vos estuvieses acá conmigo. Qué estarías haciendo, que estarías pensando, que me estarías diciendo. Y es que te recuerdo y todo era mejor cuando vos estabas. Y todo era más feliz cuando vos estabas. Todo sonaba mejor cuando voz lo decías. Ya son tantas las cosas que no tienen sentido cuando yo las digo, porque son cosas que vos dirías, que vos me decías, y ya no significan lo mismo.
               Hay veces que me distraigo y no te pienso tanto. Siempre estás de fondo como una alarma. Mi peor alarma, suena y dice “no estoy, no vuelvo, no es lo mismo, nunca más”, se repite constantemente sin parar. Pero cuando no te pienso, estoy un poco mejor, y cuando te vuelvo a recordar me siento culpable por haberme olvidado un rato de vos. No es que alguien me estuviera culpando o acusando, va, tal vez yo lo hago. Y tal vez soy injusta conmigo misma pero es como me sale. Si tuviese que contar todas las cosas de las que me siento culpable la lista sería interminable.
               Me siento culpable por no haberte disfrutado lo suficiente. Por no haberte entendido tanto como vos lo necesitabas. Por haber prestado más atención a cosas sin sentido, materiales, en vez de pasar un rato más con vos, y es que te pido perdón, porque era una ingenua tonta que no sabía lo que tenía. Probablemente lo siga siendo, pero intento cambiarlo. Me siento culpable por no haber estado en cada momento con vos, por no estar ese estúpido día sábado, cuando me fui sabiendo que vos estabas mal. Sí, tenía mis motivos y en ese momento era necesario para mi salir, pero mirándolo con la perspectiva de ahora sé que no lo era, y que podría haberme quedado con vos. ¿Habría hecho alguna diferencia? No lo sé ni lo voy a saber nunca. Y eso me duele, tener que aceptar que hay muchas cosas que no voy a saber, y que tampoco voy a conocer.
               No voy a conocerte como abuelo, ni como anciano, ni como sabio que se acerca en paz a su final inevitable. Lamentablemente te tuve que conocer como un joven con un final de mierda, sin esperanza e infeliz. Pero la pregunta es: ¿quién muere feliz? Nadie. O tal vez alguien que supo que había vivido su vida plenamente y como quiso. Y vos no te fuiste así, porque todos sabíamos que te arrepentías de tantas cosas que hiciste y que no hiciste, cosas que para mí realmente no importaban pero para vos significaban mucho.
              También hay cosas de las que no me siento culpable, como por ejemplo haberte acompañado hasta el final, porque sé que lo estuve, fui lo más fuerte que mi corazón me permitió y estuve ahí con vos hasta que te fuiste. Sé que muchas veces te sorprendí, y me alegran algunas de mis decisiones porque sé que te hicieron bien, como por ejemplo cada vez que te levantabas a hacer algún examen muy temprano, o te ibas a hacer quimioterapia, yo me ponía la alarma y me despertaba para que antes de que te vayas yo pudiera darte un abrazo, y sé que eso significaba mucho para vos, porque lo significaba para mí. Porque cada abrazo era una reliquia que guardaba en mi corazón. Y no me olvido cuando te pedía abrazos y vos débilmente a veces me los dabas aunque nunca fuiste muy afectuoso físicamente. A veces me sorprendías mientras yo hacía algo y me dabas vos un abrazo a mí, de esos fuertes, y yo te sostenía en mis brazos y trataba de recordar tu olor, tu calor, tu respiración, a vos. Recuerdo especialmente una noche o una mañana, no estoy segura, en la que se me partió el alma verte. Fue un día de tu último mes, creo que te estabas cambiando y en un momento estabas parado en tu cuarto y me llamaste y fui y te dije “¿qué pasa pa?” y me miraste por unos segundos, y lágrimas comenzaron a salir de tus ojos tristes, y nos abrazamos. No sabía qué decirte, no sabía qué se estaba cruzando por tu mente, o tal vez sí. Pensabas lo mismo que yo quizá, que el fin de tu historia se acercaba, y no estábamos errados.
               Hay días en los que estoy bien, hay gente que me acompaña y de a ratos llena el vacío que vos dejaste, aunque eso no sea posible.
                Hay días en los que estoy triste, y tu ausencia se nota especialmente más que el resto de los días, y que cualquier cosa que me digan o me hagan provoca un llanto imparable en mí. Crece la desesperanza en mi corazón, y lo llena una desesperación enorme por no tenerte. Sí, se siente horrible.
             Y hay otros días en los que tengo tanta bronca con todos, con vos, con los dioses de este mundo, y con cada ser humano que se me cruza. Con todos por no darse cuenta de mi dolor, con aquellos que no ven la tristeza y soledad en mis ojos, y no preguntan nunca por vos, por como estoy sin vos. Con vos por no haber pensado más en mí, porque no te costaba nada cuidarte más, no te costaba nada empezar todo antes, no te costaba nada luchar más por tu vida, aunque sé que hiciste casi todo lo que pudiste por seguir para delante, y sé que a tu manera la luchaste como un héroe. Mi héroe. Me enojo con aquellos dioses que no te tuvieron en cuenta, que no te cuidaron, y deseo que ahora sí lo estén haciendo. Y por último me enojo con todos los que veo, me enojo con la vida. Veo tanta gente fumando y no entiendo cómo no se les cruza por la cabeza que esa mierda los está matando, que cada cigarrillo que consumen es un día menos de vida, un día menos con sus esposas, con sus hijas/os. Me surgen enormes ganas de gritarles “¿no te das cuenta que eso te mata? ¿Que nos mata a todos? ¿Sos tan egoísta para no pensar en los que te rodean? ¿No sabes que pagas para que te maten, pagas por tener un día menos de vida?”, pero no lo hago porque sería feo, y cruel en cierto sentido. También veo tantos padres de tu edad con una vitalidad envidiable, y me embronca, y no es de mala, justamente es por celos, celos de que otros tengan padre y yo no. No se lo deseo a nadie. Pero sí deseo que vos estuvieses acá. Desearía que vos en su momento hubieses tenido la misma salud que el resto, porque tal vez si hubieses estado así nunca te habrías enfermado, y nunca me hubieses dejado, acá sola. Pienso, pucha, por qué ellos no y vos sí, por qué ellos sí y vos no. ¿Porque es así la vida, porque en algún momento todos morimos? No me puedo conformar con esas respuestas.

         Yo sé que hiciste todo lo que pudiste, y yo también lo hice, pero sigo preguntándome: ¿podríamos haber hecho más?