Te pienso todo el tiempo, todos
los días, a cada minuto. No hay momento en que no piense que estaría sucediendo
si vos estuvieses acá conmigo. Qué estarías haciendo, que estarías pensando,
que me estarías diciendo. Y es que te recuerdo y todo era mejor cuando vos
estabas. Y todo era más feliz cuando vos estabas. Todo sonaba mejor cuando voz
lo decías. Ya son tantas las cosas que no tienen sentido cuando yo las digo,
porque son cosas que vos dirías, que vos me decías, y ya no significan lo mismo.
Hay veces que me distraigo y no
te pienso tanto. Siempre estás de fondo como una alarma. Mi peor alarma, suena
y dice “no estoy, no vuelvo, no es lo mismo, nunca más”, se repite
constantemente sin parar. Pero cuando no te pienso, estoy un poco mejor, y
cuando te vuelvo a recordar me siento culpable por haberme olvidado un rato de
vos. No es que alguien me estuviera culpando o acusando, va, tal vez yo lo
hago. Y tal vez soy injusta conmigo misma pero es como me sale. Si tuviese que
contar todas las cosas de las que me siento culpable la lista sería
interminable.
Me siento culpable por no haberte
disfrutado lo suficiente. Por no haberte entendido tanto como vos lo
necesitabas. Por haber prestado más atención a cosas sin sentido, materiales,
en vez de pasar un rato más con vos, y es que te pido perdón, porque era una
ingenua tonta que no sabía lo que tenía. Probablemente lo siga siendo, pero
intento cambiarlo. Me siento culpable por no haber estado en cada momento con
vos, por no estar ese estúpido día sábado, cuando me fui sabiendo que vos
estabas mal. Sí, tenía mis motivos y en ese momento era necesario para mi
salir, pero mirándolo con la perspectiva de ahora sé que no lo era, y que
podría haberme quedado con vos. ¿Habría hecho alguna diferencia? No lo sé ni lo
voy a saber nunca. Y eso me duele, tener que aceptar que hay muchas cosas que
no voy a saber, y que tampoco voy a conocer.
No voy a conocerte como abuelo,
ni como anciano, ni como sabio que se acerca en paz a su final inevitable. Lamentablemente
te tuve que conocer como un joven con un final de mierda, sin esperanza e
infeliz. Pero la pregunta es: ¿quién muere feliz? Nadie. O tal vez alguien que
supo que había vivido su vida plenamente y como quiso. Y vos no te fuiste así,
porque todos sabíamos que te arrepentías de tantas cosas que hiciste y que no
hiciste, cosas que para mí realmente no importaban pero para vos significaban
mucho.
También hay cosas de las que no
me siento culpable, como por ejemplo haberte acompañado hasta el final, porque
sé que lo estuve, fui lo más fuerte que mi corazón me permitió y estuve ahí con
vos hasta que te fuiste. Sé que muchas veces te sorprendí, y me alegran algunas
de mis decisiones porque sé que te hicieron bien, como por ejemplo cada vez que
te levantabas a hacer algún examen muy temprano, o te ibas a hacer
quimioterapia, yo me ponía la alarma y me despertaba para que antes de que te vayas
yo pudiera darte un abrazo, y sé que eso significaba mucho para vos, porque lo
significaba para mí. Porque cada abrazo era una reliquia que guardaba en mi
corazón. Y no me olvido cuando te pedía abrazos y vos débilmente a veces me los
dabas aunque nunca fuiste muy afectuoso físicamente. A veces me sorprendías
mientras yo hacía algo y me dabas vos un abrazo a mí, de esos fuertes, y yo te
sostenía en mis brazos y trataba de recordar tu olor, tu calor, tu respiración,
a vos. Recuerdo especialmente una noche o una mañana, no estoy segura, en la
que se me partió el alma verte. Fue un día de tu último mes, creo que te
estabas cambiando y en un momento estabas parado en tu cuarto y me llamaste y
fui y te dije “¿qué pasa pa?” y me miraste por unos segundos, y lágrimas
comenzaron a salir de tus ojos tristes, y nos abrazamos. No sabía qué decirte,
no sabía qué se estaba cruzando por tu mente, o tal vez sí. Pensabas lo mismo
que yo quizá, que el fin de tu historia se acercaba, y no estábamos errados.
Hay días en los que estoy bien,
hay gente que me acompaña y de a ratos llena el vacío que vos dejaste, aunque
eso no sea posible.
Hay días en los que estoy triste,
y tu ausencia se nota especialmente más que el resto de los días, y que
cualquier cosa que me digan o me hagan provoca un llanto imparable en mí. Crece
la desesperanza en mi corazón, y lo llena una desesperación enorme por no
tenerte. Sí, se siente horrible.
Y hay otros días en los que tengo
tanta bronca con todos, con vos, con los dioses de este mundo, y con cada ser
humano que se me cruza. Con todos por no darse cuenta de mi dolor, con aquellos
que no ven la tristeza y soledad en mis ojos, y no preguntan nunca por vos, por
como estoy sin vos. Con vos por no haber pensado más en mí, porque no te costaba
nada cuidarte más, no te costaba nada empezar todo antes, no te costaba nada
luchar más por tu vida, aunque sé que hiciste casi todo lo que pudiste por
seguir para delante, y sé que a tu manera la luchaste como un héroe. Mi héroe. Me
enojo con aquellos dioses que no te tuvieron en cuenta, que no te cuidaron, y
deseo que ahora sí lo estén haciendo. Y por último me enojo con todos los que
veo, me enojo con la vida. Veo tanta gente fumando y no entiendo cómo no se les
cruza por la cabeza que esa mierda los está matando, que cada cigarrillo que
consumen es un día menos de vida, un día menos con sus esposas, con sus
hijas/os. Me surgen enormes ganas de gritarles “¿no te das cuenta que eso te
mata? ¿Que nos mata a todos? ¿Sos tan egoísta para no pensar en los que te
rodean? ¿No sabes que pagas para que te maten, pagas por tener un día menos de
vida?”, pero no lo hago porque sería feo, y cruel en cierto sentido. También veo
tantos padres de tu edad con una vitalidad envidiable, y me embronca, y no es
de mala, justamente es por celos, celos de que otros tengan padre y yo no. No se
lo deseo a nadie. Pero sí deseo que vos estuvieses acá. Desearía que vos en su
momento hubieses tenido la misma salud que el resto, porque tal vez si hubieses
estado así nunca te habrías enfermado, y nunca me hubieses dejado, acá sola. Pienso,
pucha, por qué ellos no y vos sí, por qué ellos sí y vos no. ¿Porque es así la
vida, porque en algún momento todos morimos? No me puedo conformar con esas
respuestas.
Yo sé que hiciste todo lo que
pudiste, y yo también lo hice, pero sigo preguntándome: ¿podríamos haber hecho
más?
No hay comentarios:
Publicar un comentario