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domingo, 22 de enero de 2012

Joven y hermoso.

Allí estaba sentado en un banco, de esa hermosa plaza. Él era un muchacho que esperaba a una chica. Él era un excelente chico, era alto, delgado. Su rostro era angelical, tenía unos hermosos ojos marrones, protegidos por unas largas pestañas, y tenía una particular boca chiquita. Ese día llevaba consigo un pequeño morral en donde llevaba una carpeta con muchos bocetos de dibujos. Le encantaba crear cosas, retratos, pintar, expresarse con un simple dibujo que podía decir muchas cosas. Se había puesto su camisa favorita, con unos jeans y unas zapatillas cómodas. Se había peinado prolijamente, pero había mechones desobedientes que le tapaban un poco la frente, su pelo era de un color castaño claro.
Él esperaba, como lo hacia todos los días desde hace meses, esperando verla. A ella. Ella que había cometido mil errores, pero él siempre la perdonaba, por una u otra razón. Desafortunadamente él había caído en el sucio juego de algo llamado amor, estaba tontamente enamorado de ella.
Él era único en su clase, obviamente como cualquier ser humano. Cometió sus errores, no le daba vergüenza pedir perdón cuando estaba equivocado en algo. Era alguien con el que podías contar siempre, podías charlar deliberadamente de cualquier tema, el no juzgaba. Si estabas mal, él te consolaba, hacía lo imposible para sacarte una sonrisa o hacer alguna payasada para que te distraigas.
Él era en pocas palabras era una gran persona. Pero como varios otros, fue engañado por el amor. Un día éste lo visito, golpeó suavemente la puerta de su corazón, y le prometió muchas cosas, muchas cumplió, pero, sabio amor, no le contó todas las cosas que había en ese contrato, que un día firmó este joven muchacho. Desesperado por conocer las sensaciones, sentimientos y situaciones que conllevan, enamorarse de alguien.
Esperó, esperó, hasta que un día, decidió que algo así no podía controlarlo, decidió ser fuerte e inteligente. Quiso, trató y pudo superarlo. Superarlo y ser feliz, vivir sin ataduras, sin promesas incompletas. Vivir independientemente.
Y desde aquel día, ya no se sienta nadie más en ese banco, en aquella gran plaza, rodeada de árboles, con una gran y hermosa fuente, donde de lejos se ve a un chico sentado cerca de allí, deslumbrado por el reflejo del sol en el agua. Disfrutando y admirando la libertad del agua, que danzaba y danzaba volando por los aires y golpeando suavemente sobre el suelo. Éste joven muchacho, apreció la belleza de algo tan insignificante como el agua, y pensó, que había muchas maravillas pequeñas y grandes, para disfrutar en la vida, que uno no nota muy a menudo. Y se impuso como meta, vivir esta vida, con toda la libertad posible, siendo feliz, disfrutando todos los momentos.

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