Estaba Don Quijote recostado en una playa desierta. Se
despierta en medio de una densa bruma, al abrir los ojos ve el azul intenso del
mar que estaba enfrente de él. Lo sobresalta una leve brisa marina que termina
despejando la niebla. Al estar todo más claro, se levanta, se sacude la arena
de su ropa, con su mano derecha toca su espada, y ya más tranquilo se atusa los
bigotes y barba, empezando a observar dónde es encuentra. Le resulta extraño
verse tan cerca del mar, piensa “en la Mancha no hay costa”. Se sobresalta con
un corto relincho de su fiel Rocinante que aparece cerca de él. Luego decide
subirse al caballo, con su lanza en mano y recorrer alguna distancia.
Las sombras de la noche empiezan a hacerse
notar. A lo lejos se divisa la luz de un faro. Don Quijote nota una extraña y
gigantesca silueta. Lleno de curiosidad trata de ir hacia ella. Mientras se aproxima,
sus febriles pensamientos lo convencen de que una nueva aventura lo estaba por
sorprender.
-- ¿Qué es eso que veo allí? En los libros de caballería, he
leído sobre dragones gigantes que eran derrotados por valientes héroes. ¿Es
esto un dragón? Parece salirle de la boca una gran llamarada de fuego hacia
todas direcciones.
Ya más cerca
del faro, Don quijote empieza a idear alguna forma de derrotar a la temible
bestia. Don Quijote toma coraje, apunta su lanza hacia la mole, espolea a
Rocinante, y a toda velocidad arremete contra el dragón. En un segundo se
escucha un gran impacto de su lanza contra la estructura metálica del faro.
Quijote cae de su caballo, dándose con mucha fuerza contra el piso.
Los
cuidadores del faro, unos marineros de Prefectura, al escuchar el estruendo
salen a ver qué es lo que había sucedido. Encuentran a un hombre tirado en el
suelo, magullado, con su armadura abollada y rota. Los marinos no pueden salir
de su asombro, al ver el extraño personaje que parece haber salido de otra
época. Don Quijote, todavía aturdido agradece la ayuda de los hombres y les
pide aliarse con él para derrotar al terrible dragón. Al escuchar esto, los
marineros se miran y se empiezan a reír. Don Quijote airado, por la falta de
respeto, monta su caballo, mascullando insultos inentendibles, y derrotado se
pierde en la noche por las playas del sur.
Escrito por: Valeria Spagnuolo y Miguel Spagnuolo
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